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martes, 10 de junio de 2014

Las venas abiertas


Por estos días, corre como fuego en un pastizal la noticia de que Eduardo Galeano ha declarado, desde la II Bienal del Libro en Brasilia, que  hoy:  "...no sería capaz de leer el libro de nuevo. Para mí esa prosa de izquierda tradicional es pesadísima".Se refiere a su obra "Las venas abiertas de América Latina". No dice en ninguna parte estar arrepentido de haberla escrito.Inmediatamente, reaccionarios de toda estirpe han soltado sus plumas, ríos de tinta han corrido y han aplaudido lo que ellos/ellas consideran una confesión, una aceptación de parte de Galeano de haberse "equivocado". En realidad, tampoco ha dicho esto Galeano. A los sumo, considera que "no sabia suficiente de política y economía en aquella época". Recuerdo que a los 15 años, el libro entró a formar parte del material de lectura en la secundaria en que yo estudiaba.Esto era en 1977, y para entonces el libro llevaba 6 o 7 años de haberse publicado.Decir que fué un libro que marcó un antes y un después en la literatura latinoamericana, es apenas decir algo. El género escogido por Galeano, una mezcla idiosincrática de ensayo y documento histórico macerado con la prosa ágil y fácil de leer del autor, no tiene antecedentes.Ya con solo eso, estamos hablando de un parteaguas en las letras de nuestro continente.Su éxito fué inmediato y colosal : en una época pre-internet, resulta asombroso lo rápido que el libro se convirtió en un "best seller", sin necesidad de publicidad y sin los recursos que existen hoy día."Aparte, el libro está muy bien documentado y Galeano surge como un erudito y un estudioso.
Dice cosas que son practicamente una perogrullada, pero que hoy por hoy mucha gente justifica.Por ejemplo, la brutal conquista de este continente por parte de  la España medieval, conllevó un genocidio y un pillaje sin parangón en la historia de Occidente :

"Es América Latina, la región de las venas abiertas. Desde el descubrimiento hasta nuestros días, todo se ha trasmutado siempre en capital europeo o, más tarde, norteamericano, y como tal se ha acumulado y se acumula en los lejanos centros de poder. Todo: la tierra, sus frutos y sus profundidades ricas en minerales, los hombres y su capacidad de trabajo y de consumo, los recursos naturales y los recursos humanos. El modo de producción y la estructura de clases de cada lugar han sido sucesivamente determinados, desde fuera, por su incorporación al engranaje universal del capitalismo. A cada cual se le ha asignado una función, siempre en beneficio del desarrollo de la metrópoli extranjera de turno, y se ha hecho infinita la cadena de las dependencias sucesivas, que tiene mucho más de dos eslabones, y que por cierto también comprende, dentro de América Latina, la opresión de los países pequeños por sus vecinos mayores y, fronteras adentro de cada país, la explotación que las grandes ciudades y los puertos ejercen sobre sus fuentes internas de víveres y mano de obra..."

Nada de lo que arriba escribe Galeano, podría considerase exagerado, fuera de lugar o pesado.Es la historia de cientos de años de nuestro continente.Cierto: la prosa del uruguayo abunda en términos como "capitalismo", "imperialismo ", "explotación" etc, y quizás hoy éstos términos suenen extemporáneos.El tema es que no dejan de tener vigencia, aunque el capitalismo tardío tenga otras caras y otros nombres.Trae citas que no dejan de ser incómodas, por lo retrógradas, pero que fueron dichas en su día, por ejemplo ésta perla de Lyndon B Johnson :


 «Cinco dólares, invertidos contra el crecimiento de la población son más eficaces que cien dólares invertidos en el crecimiento económico».

Y lo decía refiriéndose al crecimiento de la población en América Latina. El libro de Galeano incomoda, porque como dijo Al Gore, hay verdades incómodas.Será por eso que los mismos trogloditas  de siempre brincan en una pata ante las declaraciones del autor sudamericano, interpretando que admite haberse equivocado y escrito un libro que ni el mismo soporta? Sin duda. El libro es ya un texto imprescindible, a 40 años de su publicación, ya sea que en algunas cosas se vea superado por acontecimientos históricos- y ésto le pasaría a cualquier libro o autor- o que algunas ideas "revolucionarias" no hayan cuajado o llegado a feliz término.Una cosa es la historia que se venía, los últimos cuarenta años, y otra muy distinta el análisis que hace Galeano de muchos acontecimientos históricos.

Tres años después del descubrimiento, Cristóbal Colón dirigió en persona la campaña militar contra los indígenas de la Dominicana. Un puñado de caballeros, doscientos infantes y unos cuantos perros especialmente adiestrados para el ataque diezmaron a los indios. Más de quinientos, enviados a España, fueron vendidos como esclavos en Sevilla y murieron miserablemente (2 L. Capitán y Henri Lorin, El trabajo en América, antes y después de Colón, Buenos Aires, 1948). Pero algunos teólogos protestaron y la esclavización de los indios fue formalmente prohibida al nacer el siglo XVI. En realidad, no fue prohibida sino bendita: antes de cada entrada militar, los capitanes de conquista debían leer a los indios, ante escribano público, un extenso y retórico Requerimiento que los exhortaba a convertirse a la santa fe católica: «Si no lo hiciereis, o en ello dilación maliciosamente pusiereis, certifícoos que con la ayuda de Dios yo entraré poderosamente contra vosotros y vos haré guerra por todas las partes y manera que yo pudiere, y os sujetaré al yugo y obediencia de la Iglesia y de Su Majestad y tomaré vuestras mujeres y hijos y los haré esclavos, y como tales los venderé, y dispondré de ellos como Su Majestad mandare, y os tomaré vuestros bienes y os haré todos los males y daños que pudiere...»(3 Daniel Vidart, Ideología y realidad de América, Montevideo, 1968.)

Puede que el autor haya estado muy metido en los años 70 y su " fervor revolucionario", pero ello no deslegitima para nada el aporte de Eduardo Galeano.Muchos de los que hoy aplauden sus palabras de éstos días, darían cualquier cosa por gozar de su prestigio, por haber sido leídos por millones como él y por haber escrito un libro que, con todos los yerros que su propio autor admite, es parte innegable del acerbo cultural de América Latina.

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